Escuché hace un tiempo un reportaje en radio a uno de los alpinistas que hizo cumbre en el Everest. Contaba, que gran parte de la técnica de ascenso consiste en administrar los tiempos y la energía. Parte de la subida consiste en saber cuando bajar a descansar, que el cuerpo reponga oxígeno, plaquetas, las funciones vitales “se acomoden” y la mente también. Muy en bruto: algo así como que suben 500, bajan 150, suben otros 300, y bajan 200. Incluso a veces bajan más de la altura que consiguieron.
Creo que en la práctica sucede lo mismo.
La serie, la modalidad progresiva del Ashtanga, a veces se confunde con una carrera de asanas transformándose en una especie de juego de la Oca Yogui, avanzando o retrocediendo casilleros… Y nos escuchamos en cosas como “completé la primera”, “resolví el backbending”, “tuve que volver a las seis fundamentales”, “me sacaron Kurmasana”, “llegué a la segunda”.
Amo está práctica, su autonomía, su aprendizaje de la responsabilidad y libertad, su orden y su caos.
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