Cuando practicamos Ashtanga Yoga somos héroes, tortugas, barcos, perros –con la cara hacia arriba o hacia abajo, depende–, también podemos transformarnos en arados, y llegado el caso en escorpiones, a veces somos montañas y sabios, ruedas, árboles, lotos, cadáveres, niños, ranas, puentes y algunos, se dice, que incluso llegan a ser cocodrilos.
Y no hablo sólo de los nombres de las posturas, sino del ejercicio de transitar ese laberinto que nos propone la serie.
Limpiarnos de nuestros patrones de comportamiento automáticos y de nuestros condicionamientos, sorprendernos de la capacidad de transformación, el aprendizaje de la humildad y la fortaleza, la despedida de los egos superfluos, limpiar nuestra mirada… ese es el juego de la Práctica.
Y un poco en chiste, un poco en serio esta «fiesta de disfraces» por la rueda de asanas, hace su trabajo.
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